Elecciones de mitad de mandato en Estados Unidos-La “ola azul” que viene y la creciente radicalización

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El trasfondo de las actuales elecciones a mitad de mandato es la situación caótica actual del capitalismo estadounidense: un régimen fuera de control en la Casa Blanca y una creciente radicalización política en la sociedad, que comienza primero entre los jóvenes pero que empieza a extenderse a sectores de la clase obrera. Hay un aumento significativo de huelgas y de autorizaciones para votar huelga este año (siguiendo el gran ejemplo de los profesores de Virginia Occidental), por parte de trabajadores que quieren rechazar el poder empresarial y los salarios estancados.

La demostración más reciente de la radicalización y la voluntad de luchar es la masiva oposición al nombramiento de Brett Kavanaugh para la Corte Suprema, lo que obligó a los republicanos a hacer una concesión ordenando una investigación del FBI sobre las acusaciones de Christine Blasey Ford y otras mujeres.

Al fondo se avecina la amenaza de una gran crisis económica alimentada por niveles masivos de deuda y por los mercados financieros y de vivienda sobredimensionados, entre otros factores. El momento exacto de la desaceleración sigue sin estar claro, pero la crisis de las monedas de los “mercados emergentes”, como Argentina y Turquía, muestra cómo la evolución de la economía mundial podría contribuir a empujar la economía nacional al abismo. El empeoramiento de la guerra comercial con China también podría ser un factor. Ahora también hay indicios de una caída en el mercado de la vivienda, ya que la gente normal, cuyos salarios se han estancado (mientras que las ganancias empresariales se han disparado), no puede permitirse el aumento de los precios. La próxima crisis económica agravará aún más las contradicciones en la sociedad, haciendo que sea aún más difícil para la clase dominante estadounidense y el sistema tradicional de dos partidos gobernar a la antigua usanza.

 

Blue wave y movimientos progresistas

La tendencia apunta hacia una significativa “ola azul” a nivel nacional; los demócratas probablemente tomarán el control de la Cámara, de algunos Estados y posiblemente, aunque sea menos probable, del Senado. A pesar de que la base de apoyo incondicional de Trump permanece aún, en gran medida, inmóvil e incluso reforzada por el “Russiagate”, millones de trabajadores buscarán en las urnas la forma de rechazar el racismo, el nacionalismo y el caos.

Muchos lugares en los Estados Unidos, como Nueva York, experimentaron un número récord de votantes en las primarias. Además, reflejando la nueva era #MeToo, hubo un número récord de candidatas ganadoras en los principales partidos, la mayoría de ellas demócratas: 256 en las elecciones al Congreso y 16 en las elecciones de gobernadores. También hay más de 500 profesores que se han postulado como candidatos políticos desde la revuelta de los docentes contra los ataques neoliberales en la educación pública.
También ha habido una serie de victorias clave en las primarias demócratas por parte de quienes retan al sistema. Sin embargo, estos desafíos no representan ningún tipo de bloque ideológico cohesionado. Abarcan desde miembros de Socialistas Demócratas de América (DSA) como Alexandria Ocasio-Cortez y Julia Salazar en Nueva York hasta Ayanna Pressley en Boston, quien adoptó el programa de la corriente de Bernie Sanders, pero que a la vez tiene el récord de antigüedad como concejal demócrata de la ciudad.
Si Bernie Sanders hubiera adoptado el enfoque, como defendíamos, de convertir a Our Revolution (Nuestra Revolución) en una organización con cimientos en el movimiento masivo, tanto en las calles como en las urnas, de las últimas elecciones presidenciales, en 2018 podría haberse desarrollado como un desafío mucho mayor para el aparato burgués demócrata. Por supuesto, la resistencia de Chuck Schumer y Nancy Pelosi (del aparato demócrata) habría sido feroz y esto habría señalado más claramente la necesidad de romper por completo con los demócratas y organizar un nuevo partido. En este sentido, 2018 también fue una oportunidad perdida, pero la dinámica apunta a un conflicto más agudo entre la dirección burguesa y la base radicalizada en el próximo período.

A pesar de las limitaciones, estas victorias en las primarias y probablemente en las elecciones del martes 6 de noviembre, para muchos candidatos de izquierdas y socialistas representan un avance significativo. Socialist Alternative solicitó el voto de los demócratas registrados tanto para Ocasio Cortez como para Salazar, y participamos activamente en sus campañas. A pesar de nuestro desacuerdo con ellos en cuanto a presentarse con el Partido Demócrata, una victoria para estos candidatos abiertamente socialistas, con una gran base de apoyo y un programa pro-clase obrera representaría una importante derrota del sistema.

Además, sus campañas tienen el potencial de sentar las bases de una lucha más amplia por demandas clave como la cobertura médica para todos, la abolición del ICE [aparato oficial de represión de los migrantes] y la universidad sin coste de matrícula. También es importante señalar que, si salen victoriosos, serán sometidos a una fuerte presión por parte del sistema para moderar sus políticas. Para contrarrestar esta presión, necesitarán usar sus posiciones para ayudar a construir un movimiento de trabajadores sostenido en el tiempo, y rendir cuentas ante él, como ha hecho Kshama Sawant, miembro de Socialist Alternative, durante los últimos cinco años como concejal de la ciudad de Seattle.

Otro desarrollo significativo ha sido el surgimiento de una nueva ola de candidatos progresistas y negros que han ganado las primarias, incluyendo al ex dirigente de NAACP Ben Jealous en Maryland, y a Andrew Gillum en Florida. Esto refleja el cambio político en la comunidad negra desde las primarias demócratas de 2016, cuando más del 70% del voto negro fue para Hillary Clinton. Sin embargo, los jóvenes afroamericanos, guiados por Black Lives Matter, no tenían entusiasmo por Hillary y han rechazado en gran medida la dirección tradicional negra en el Partido Demócrata.

 

2019, ¿Un año de lucha?

Es completamente comprensible que millones de personas estén considerando las elecciones a mitad de mandato como una forma de castigar y rechazar a Trump y los republicanos. De hecho, si los demócratas ganan el control de la Cámara de Representantes y algunas legislaturas estatales, esto podría abrir la puerta a un aumento de la resistencia popular contra Trump y sus amigos de derecha. Tanto en el Congreso como a nivel estatal, los demócratas serán permanentemente examinados y sometidos a presión para resistir los ataques de Trump y los republicanos y para aprobar leyes progresistas.

Las grandes luchas encabezadas por mujeres, jóvenes y sectores de la clase trabajadora podrían presionar a los líderes demócratas a ir más allá de lo que desearían en relación con el seguro sanitario, la inmigración, el “impeachment” y otros temas. Ya existe un debate acerca de si Pelosi debería ser la presidenta de la Cámara de Representantes para los demócratas después de las elecciones o debería dar un paso atrás.

Sin embargo, para conseguir todo lo que sea posible en el próximo período, será necesario convertir los programas de los candidatos progresistas de izquierda y socialistas en campañas de lucha reales en torno a diferentes temas como el seguro sanitario para todos, así como construir una fuerza cohesiva y organizada para luchar por ellos. Ocasio-Cortez y DSA en particular podrían jugar un papel clave en este proceso, igual que Sanders, pero no está claro que vaya a ser así, requerirá una presión sostenida por parte de sus partidarios.
Cualquier tipo de movimiento en esta dirección entrará inmediatamente en colisión con la dirección del Partido Demócrata y expondrá los límites de tratar de “reformar” a los demócratas en un partido en interés del pueblo trabajador. El aparato del Partido Demócrata mostró sus dientes en su fracasada campaña deshonesta contra la miembro de la DSA Julia Salazar en Nueva York. Tratará de cooptar a algunos de los nuevos cargos electos de izquierda, y pueden verse obligados a virar un poco hacia la izquierda, pero también lucharán por mantener al partido como un instrumento de gobierno de los capitalistas.

Este proceso continuará en las primarias presidenciales de 2020. En realidad, la campaña presidencial comenzará el día después del 6 de noviembre. En el lado demócrata, es probable que eso no sea una simple repetición de la batalla entre Hillary y Bernie de 2016, puede haber una gran cantidad de senadores y otros posibles candidatos. Sin embargo, la batalla entre la nueva izquierda y los “centristas” proburgueses se reflejará en gran medida en las primarias presidenciales. Al igual que en 2016, se pueden abrir oportunidades para defender una política de la izquierda independiente de forma que resuene en millones de personas.

Esta inevitable confrontación plantea grandes interrogantes para organizaciones como DSA que sostienen que la estrategia “adentro-afuera” es viable y la presentan como una cuestión “pragmática”. Pero para desarrollar un desafío decisivo al poder corporativo, la única manera posible de avanzar es un partido de masas independiente basado en los intereses de la clase trabajadora, junto al movimiento obrero y otras luchas sociales de masas. Es más, un impulso hacia una política de izquierdas independiente, por parte de de figuras y fuerzas significativas, tendrían un efecto electrizante en millones de personas que odian el sistema, quieren luchar para cambiar la sociedad y están adoptando la idea del socialismo.

El ambiente para un rechazo serio contra la agenda de la derecha existe a nivel nacional e internacional, pero como el propio Bernie Sanders señaló en su reciente llamamiento por un nuevo “frente internacional progresista”, el mantenimiento del “status quo” a cualquier nivel no es una base viable para una política progresista. 2019 estará lleno de oportunidades que los activistas progresistas y socialistas deben aprovechar para luchar por un cambio de sistema real.

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