Estamos cerca del aniversario de la inauguración de la odiosa era Trump. Desde el primer momento estaba bastante claro que ésta iba a ser una administración horriblemente reaccionaria repleta de multimillonarios planteando ataques contra los inmigrantes, los pobres, las mujeres, la comunidad LGBTQ, contra la educación y el medio ambiente. En agosto, Trump declaró que había “muy buenas personas” entre los supremacistas blancos en Charlottesville. Él y los Republicanos también han amenazado lo que aún queda de derechos sindicales. Internacionalmente, el régimen ha sido, si es posible, aún más aterrador. Trump ha amenazado repetidamente con bombardear Corea del Norte y con comenzar guerras comerciales con México y China. También sacó a EE.UU. del acuerdo de París sobre el cambio climático.
Sentimos, junto a decenas de millones de personas, que un año de administración Trump es más que suficiente. Es hora de que se vaya. En diciembre, la impopularidad de Trump – a niveles sin precedentes para un presidente en esta primera etapa de su mandato – ha tocado un nuevo fondo. Una encuesta de la Universidad de Monmouth realizada a principios de diciembre mostraba que el 32% de la población aprobaba al presidente y un 56% lo desaprobaba. Cerca de la mitad de la población piensa que debería ser destituido. Dependiendo de las revelaciones procedentes de la investigación de Mueller, Trump podría ser forzado a abandonar incluso antes de las elecciones legislativas de 2018, aunque si se mantiene hay muchas probabilidades de que sobreviva un poco más, si bien cada vez más dañado.
Trump y el movimiento en las calles
2017 empezó con protestas masivas, destacando las millones de personas en las Marchas de las Mujeres del 21 de Enero, y cerrándose con el ascenso del movimiento #MeToo. Se trata de una nueva fase de un movimiento feminista de masas, que estalló por primera vez como consecuencia del machismo y depredación sin complejos de Trump. Pero también los ataques de Trump a las personas migrantes han desatado una oposición de masas, así como el Trumpcare. Decenas de miles tomaron las calles de Boston en Agosto y arrinconaron a la extrema derecha supremacista.
Si bien no se puede decir que el movimiento haya sufrido una derrota en una lucha abierta con los Republicanos, tampoco obtuvo una victoria decisiva. La derrota del Trumpcare no fue el resultado claro de una movilización de masas. Estos factores han creado una relativa calma desde el punto de vista de las protestas en las calles, no teniendo claro muchos el papel de la movilización y existiendo una falta de liderazgo de los sindicatos, las organizaciones de derechos civiles, de mujeres y otras. También se generó una sensación de que las divisiones en el campo Republicano evitarían que pudieran conseguir cualquier conquista seria desde el punto de vista legislativo.
La aprobación de la Reforma Fiscal por parte de los Republicanos debería ser una llamada de advertencia. Significará una redistribución masiva de la riqueza a favor de las grandes corporaciones y de los súper ricos, exacerbando a niveles sin precedentes la desigualdad que ya existe. El fin del Obamacare, también contribuirá a socavar el ACA [Acta de Cuidado Asequible], incrementando las primas y llevando potencialmente a 13 millones de personas a perder su cobertura médica durante la próxima década. Y el año que viene los republicanos planean ir más allá en su ataque a las “prestaciones”, incluyendo el Medicaid, la Seguridad Social y el Medicare. Nada de esto cuenta con apoyo popular. La Reforma Fiscal es apoyada solo por el 29% de acuerdo al Quinnipiac (CNN.com 12/5/17). Pero no conseguir nada habría sido incluso peor políticamente para el Partido Republicano.
Las elecciones legislativas de “medio mandato” de 2018
Está claro que las elecciones legislativas del próximo mes de noviembre serán las más intensas en la historia reciente de EE.UU. Hay unos niveles sin precedentes de polarización política en la sociedad. Todos los signos apuntan a un giro significativo hacia los Demócratas.
Hasta hace poco, el núcleo de Trump se mantuvo bastante sólido, viendo los ataques de los medios liberales como una confirmación de que estaba luchando a su favor. La promesa de Trump de luchar en nombre de los “hombres y mujeres olvidados” de la clase trabajadora media de los EE.UU no ha sido totalmente desenmascarada – en buena medida porque la oposición son los demócrata pro corporaciones que no están mucho mejor que el propio Trump en las encuestas. Una crisis económica importante que pusiera en evidencia la mentira de que Trump está trayendo los empleos de vuelta conduciría a un mayor colapso de sus apoyos. Y no hay duda de que una importante crisis está en camino cuando se desarrollan nuevas burbujas en el mercado de la construcción y en los mercados financieros.
Pero también es evidente que la mayor parte de la población rechaza el racismo y el machismo de Trump y ve la despiadada Agenda Republicana por lo que es. Incluso ahora hay un apoyo aún mayor para iniciativas como “Medicare para Todos” que hace un año. Esto es en parte una reacción respecto a la brutalidad de Trump y de las propuestas Republicanas.
Sin embargo, el resurgir de las denuncias por acoso y asalto sexual contra Trump, así como también su apoyo al depredador sexual Roy Moore, parece ser la razón de cierta perdida de apoyos entre su base, especialmente entre las mujeres. La derrota de Moore en su particular carrera al Senado por Alabama es un duro golpe al ala Trump/Bannon de los Republicanos pero también una señal de alarma al conjunto del partido sobre el destino que les puede esperar en las legislativas de 2018.
Los demócratas claramente quieren presentarse en 2018 como el partido #notTrump y el partido del #MeToo. Como en 2016, tratan de evitar hacer cualquier promesa sustancial a la clase obrera y a la juventud. Dada la espiral descendente de apoyo a Trump esto puede ser suficiente, pero también puede ser una apuesta peligrosa. Millones de personas quieren que se levanten y luchen – por la destitución de Trump, para defender a los Dreamers, por el Medicare para Todos – pero una y otra vez se niegan.
En general, las elecciones de medio mandato interrumpirán la lucha en las calles. Pero dada la enorme volatilidad en la situación política actual, hay muchos escenarios que podrían reiniciar el movimiento en 2018 – incluyendo la lucha por los derechos de las mujeres, las amenazas a los Dreamers y el llamamiento a una Nueva Marcha en Defensa de los Pobres. Y por otro lado está el propio factor de Trump; si, por ejemplo, elige despedir a Mueller, el efecto podría ser provocar una brutal crisis constitucional.
Necesitamos nuestro propio Partido
En los últimos años, ambos partidos del establishment se han visto agrietados por divisiones, reflejando la enorme crisis social que vive la sociedad norteamericana, la aguda polarización política y el profundo deseo de cambio. El terreno está siendo abonado para el surgimiento de tres o cuatros grandes partidos en los EE.UU., incluyendo tanto partidos del establishment de “centro derecha” y de “centro izquierda” como también de extrema derecha y un partido claramente de izquierdas.
En este momento, sin embargo, la energía principal de la izquierda permanece enfocada en intentar transformar el Partido Demócrata en el “partido del pueblo”. Si bien simpatizamos con todos aquellos comprometidos en esta lucha, no creemos que pueda tener éxito. En un momento dado, una crisis más decisiva impulsará a millones de trabajadores y trabajadoras, mujeres, personas de color y a la juventud fuera del Partido Demócrata de cara a construir un nuevo partido basado en un programa contra las Corporaciones.
Si Bernie Sanders, aún el político más popular en el país, llamase a formar dicho partido, incluso ahora recibiría un enorme apoyo. Bernie debería poner su autoridad y su prestigio al servicio de construir un movimiento serio de masas que traiga de vuelta a las calles la oposición contra Trump.
Para ello necesitamos una organización de lucha a nivel nacional con estructuras democráticas que permitan poder intervenir en el debate en curso sobre la estrategia y la táctica que debe adoptar el movimiento. Este podría ser el primer paso hacia una reorganización política seria. Tal movimiento de masas construido en torno a demandas que respondan a las necesidades de la clase obrera – incluyendo un salario mínimo federal de 15$ la hora, Medicare para Todos, educación universitaria gratuita, inversiones masivas en infraestructura verde y el fin de los encarcelamientos masivos – podría llevar a una degradación mucho más seria del apoyo a Trump.
El ascenso de Trump es subproducto y consecuencia de la degeneración y declive del capitalismo norteamericano. Es su profunda crisis la que está llevando a millones a ver el socialismo como una alternativa atractiva. La campaña presidencial de Sanders en 2016 fue un momento clave en este proceso y, el despertar de la conciencia consecuencia de la victoria de Trump, dio lugar a que miles se unieran a organizaciones socialistas incluyendo la nuestra. El símbolo más reciente del potencial para desarrollar una fuerza seria entorno a ideas socialistas claras fue la campaña de Ginger Jentzen, miembro de Socialist Alternative, para el Consejo Municipal de Minneapolis. Aunque al final no ganáramos la concejalía, su campaña redefinió el debate político en Minneapolis. Esto es también consecuencia del papel central jugado por Ginger y SA en la exitosa lucha que permitió ganar el primer salario mínimo local de 15$ en la zona central del país.
Aunque en el 2017 vimos el desarrollo de una enorme oposición de masas a Trump y el avance de la radicalización hacia la izquierda en la sociedad, existe indudablemente muchísima confusión sobre el camino a seguir. En 2018, debemos dedicarnos nuevamente a clarificar las cuestiones estratégicas fundamentales que enfrenta la izquierda y construir una fuerza de masas que pueda derribar a Trump y abrir el camino para que la clase obrera vuelva a la escena de la historia norteamericana.